Aunque llevamos casi 20 años haciendo lo mismo, los teatros de fin de año nunca dejan de ser una experiencia nueva, llena de muchísimo trabajo para que todo esté a punto y con muchísima adrenalina recorriendo todos los minutos de la espera: a ratos con el deseo de llegar y en otros, pidiendo que el tiempo sea capaz de estirarse un poco más para tener la posibilidad de acabar con todas las tareas grandes, pequeñas e impensables que los espectáculos de esta naturaleza conllevan.

Todos los años son distintos. Sin embargo, estas fechas siempre se llenan de alegría por tanto ajetreo, pero para mí, también de alguna manera se tiñen con los colores de la nostalgia, porque los recuerdos de forma abrumadora van llegando en desorden y se entremezclan en mi cabeza, de forma tal que a veces me impiden enfocarme en el trabajo urgente que tiene que estar listo para que todos los tiempos programados se cumplan.

Hace diez días, al estar sentada en la estación de tren y observar los detalles antiguos que se preservan todavía, como algunas de las rejas, el pasamanos de madera de la escalera o el piso de mosaico, recordé de nuevo a quienes formaron parte de este viaje en algún momento y que por razones distintas de la vida, hoy no están con nosotros. Estas personas compartieron de forma muy diferente, algunas de forma particular conmigo o con el grupo, dejando impreso su color en el espacio vacío junto al asiento pintoresco de este vagón en el que estoy sentada o en las gotas de la lluvia que se quedan por momentos pegadas a los cristales de la ventanilla.

Vienen a mi memoria muchos nombres y probablemente se me olviden otros tantos: María Teresa, Hazel, Silvia, Rocío, Jessie, Andrea, Laura, Mariann, Blanca Lina, Adriana, Mariela, Sofi R, Erika, Florita, María José, Alejandra. Pero no puedo dejar de mencionar a Ana Laura, Ani, Caty, Sofi C y Nanne, que no sólo se sentaron a mi lado, sino me permitieron soñar, me mostraron su carisma y su entrega, conversaron conmigo por largos ratos, reimos mucho y lloramos un par de veces. Tampoco puedo dejar de mencionar a Felipe, quien se subió al tren con su guitarra justo en la estación de mi vida en que más necesitaba aferrarme a los sueños y visualizar un viaje largo y hermoso, y quien además, a pesar de la distancia, sigue diciéndome que “todo va a salir bien”.

También están los pasajeros que se suben por ratos para echar una mano, hacer compañía o simplemente se sientan al lado de alguien para sentir cómo se ve la vida desde esa perspectiva. Estos son tantos que me es difícil recordar sus nombres, pero a Kay, Sofi R y Carlos Z no los puedo pasar por alto porque suben a este tren cada Diciembre. Y así como su presencia siempre será esperada y bienvenida, la será la de nuevos amigos que conocimos en otros lugares y que nos hacen pasar ratos amenos como Alejandro, David y Tela.

Aunque este viaje parece largo, lo hemos hecho en un abrir y cerrar de ojos. Casi puedo sentir a Angie con apenas 3 años, sentadita en las gradas del cuarto de pilas de mi casa, concentradísima para que le sonaran las castañuelas y veo también a Naty, Manfe, Adri y Laura, en su primera experiencia con un abanico a la edad de 8 años. Tampoco olvido los 24 meses que me tocó estar en Guápiles y esperaba con ansias el viaje de fin de semana para venir a bailar, algunas veces en mi casa otras en el garaje de la casa de Naty. Ni tampoco a las  30 niñas que hace diez años empacaron sus cosas muy emocionadas en una maletita para hacer un viaje hasta un teatro de San José y compartir escenario con Al Andalus. Especial recuerdo tengo de una de ellas que hervía en fiebre por la varicela y lloraba mucho decepcionada porque no podría bailar con las compañeras, pero yo calladita y en complicidad con la madre, me la traje maquillada para que no se notara, con todos los medicamentos necesarios y la cuidé todo el día para que finalmente pudiera bailar con sus compañeras. Todavía desconozco a cuántas más se les pegó la varicela pero tal vez Sofía V sí lo recuerde.

No puedo dejar de nombrar en este viaje a todas las chicas que han formado parte de Al Andalus, por un tiempo corto o por un trayecto largo en el camino. Todas han dejado su marca y han llenado mis días con su amistad y su entrega, lo que ha permitido que este vagón sea como es. Gracias por todo el tiempo compartido, por tratar de entender este viaje y por compartir la particularidad de las estaciones que aparecen en las vías.

Para este Diciembre esperamos a un amigo nuevo, Manuel Montero, viene de un viaje largo con un par de trasbordos a subirse con todo y su guitarra a este tren, para terminar con nosotros el viaje de celebración de Al Andalus. Esperemos que se sienta a gusto y aunque el trayecto sea corto nos deje impregnado en la memoria el sonido nostálgico de las “guajiras”, los “aay” bien arropaditos de las “seguiriyas”, el ritmo pegajoso de los tangos flamencos y la hermosa melodía de los “caracoles”.

Mientras tanto, a tres semanas de llegar a ESTACIÓN 20, la actividad en el vagón cada vez es mayor y el tiempo no alcanza para todo. Pero es un verdadero placer estar lado a lado con quienes nos han hecho compañía por varios años: Ana, Pri, Dani, y más aún con quienes han estado conmigo durante más de la mitad de mi vida: Jose, Juan, Ali, Naty, Diana, Angie, Lau, Meli, Mariangel, Sil S (los más viejitos J). No es posible saber durante cuánto tiempo más compartiremos este vagón, lo que importa es mirar atrás recordar cuánto tiempo hemos hecho juntos este viaje para sentirnos aún más dichosos de sabernos hoy, sentados lado a lado a punto de llegar a ESTACIÓN 20.