Otro texto de Rocío, directora de Al Andalus, sobre el proceso para el montaje de «La Vendedora de Fósforos», nuestro próximo espectáculo.

Otra vez estaba de visita en el taller de costura de Annia, tratando de imaginar cómo se verán las escenas con el vestuario que se ha diseñado, si será suficientemente explícito para cada personaje o si aún falta pensar cómo lograrlo. Este fin de semana pasado estuvimos trabajando los personajes y dimensionando de manera personal y grupal el reto que conlleva, porque trasciende al baile como tal y requiere del desarrollo de habilidades que quizá no imaginamos que habría que desarrollar.

Interesante la perspectiva de estudiar a cada personaje y permanecer un rato del día con él, para sentirlo como se amolda a la piel y poder entenderlo por completo. Da la posibilidad de construir un yo diferente para colocarlo en un escenario, lo que conlleva un proceso de descubrimiento individual y de logros colectivos que me asombraron el sábado anterior.

La historia de la Vendedora de Fósforos, aunque es de Navidad, no es una historia feliz, más bien nos permite reflexionar sobre el quehacer diario y agradecer lo que la vida nos da día con día. Por eso en algunos momentos del ensayo me maravillé de poder sentir a esa vendedora en su soledad y desamparo, o de percibir el fuego que al mismo tiempo que la transporta a otras dimensiones espacio tiempo, la va destruyendo poco a poco.

Mi asombro también fue directamente con mis chicas que han trabajado duro y que están tratando de averiguar cómo hago que esto se vea de la manera que Silvia (profesora de teatro) y yo queremos. Yo noté el esfuerzo y el temor a veces de dejarlo ser… Pero los resultados se están cosechando y sé que quienes nos acompañen en el espectáculo se conmoverán con la historia.

Justo ayer que comentaba sobre este espectáculo, una amiga me decía: “No puedo imaginarlo. Pienso en ese cuento y automáticamente me remito a un montaje en ballet, pero nunca en flamenco!” y yo en cambio creo que hicimos una elección correcta porque es precisamente el abanico de sensaciones que el flamenco permite transmitir, lo que provee la capacidad para conmover que es requisito en este cuento.

Ahora falta que cada quien termine de apropiarse de su personaje y del momento de la historia que le toca contar, que se de una oportunidad o un permiso especial para ser en los ensayos y en el teatro, una persona distinta… para poder tocar el corazón de quienes nos miran de una manera diferente en esta época de Navidad.

¿Y la música? También va en proceso. Con la creación de letras, de escobillas, de cierres que ayuden a magnificar la intensidad de los zapateados. Ahí está Felipe (guitarra) estudiando e inventando cuál es la mejor manera de “hacer los pegues”, de evitar los espacios en blanco, de dar chance. Generando partituras para el violín de Tela y el cajón flamenco de David. Nos divertimos mucho el domingo en el ensayo, llevando la voz de Jose (cante) al límite para hacer una letra de alegría, mientras Juan (cante) buscaba el momento preciso para entrar con el clásico “tirititran” que a mi se me ocurrió atravesar en un coro para probar si se escuchaba interesante.

Así vamos a 6 semanas del 12 de diciembre, estudiando mucho y con muchas ganas!

“Unas van vendiendo flores
Otras venden canastitas
Yo vendo mis fosforitos
Cómpreme usted una cajita”

Aquí en uno de los ensayos del grupo de avanzadas