Para mí, la Nochebuena siempre es el segundo fin de semana de Diciembre. Les digo por qué: En el 2009 empecé a bailar flamenco y no imaginé los planos de mi vida a los que iba a trascender. Ese año trabajamos disciplinadamente, nivel de principiantes y éramos seis en el grupo que daba Naty. Personalmente, este arte me envolvía y me sorprendía cada vez más.

El día de la presentación fue indescriptible. Éramos el grupo de nivel más básico de la academia y yo me sentía satisfecha de lo que habíamos logrado. Salir al escenario y entregarlo al público tuvo un nivel de gratificación que no esperaba experimentar, un obsequio inmaterial y una prueba de lo que el alma puede alcanzar.

Estaba dejando de creer en la religión, pero considero que el baile tuvo mucho que ver con que actualmente yo siga creyendo en la fe espiritual, porque bailar flamenco es lo más cercano a una experiencia más allá de lo físico y mental que he tenido. Es imposible que yo afirme no ser más que un organismo humano teniendo esto. Se ha convertido para mí en un vicio, un arraigo, un apego que no puedo dejar.

Y continué de consentida: en el segundo año me uní a un grupo en el que mis compañeras se volvieron como mis hermanas y hasta la fecha. Empecé a participar también con el grupo entrante que daba Ali, otra enorme bendición, más aún cuando con este nuevo grupo (mis actuales compañeras), también llegamos a un nivel de hermandad que no creí posible repetir.

Cada vez le daba más de mí al flamenco, pero siempre él me ha devuelto con creces y en cada presentación me deja un éxtasis mayor.

En todos estos años he pasado por varios procesos personales muy duros y he encontrado en Rocío, Naty y Ali, un apoyo incondicional por el que me siento infinitamente agradecida. El año pasado me presenté por primera vez en el Teatro Nacional, una ilusión que casi se ve truncada por una hospitalización de 10 días muy poco antes de la presentación. Pero ellas me dieron el espacio y fue una de las mayores celebraciones a la vida que he tenido, si no la mayor.

Asombrosamente el estreno del espectáculo de ese año (2014), fue casi tan significativo como la puesta en Teatro Nacional. Estas oportunidades muestran los logros alcanzados durante el año y son muy importantes para uno como evidencia de la capacidad de superación. El pasado Diciembre me sentí extremadamente conmovida al cerrar el año flamenco, porque también fue el cierre de uno de los años más duros de mi vida y caí en cuenta de que el baile me recuerda que hago algo que vale la pena.

Por dicha este año mi situación personal ha avanzado muy considerablemente en el camino hacia resolverse. Sin embargo, en flamenco tuve varios obstáculos: primero de trabajo, por los horarios y luego una lesión (no debida a la práctica del flamenco), que me ha limitado mucho físicamente. Ambas situaciones amenazaron mi participación en el Teatro Nacional para el mes de Octubre y la puesta que estamos preparando para Diciembre. Pero me niego a darme por vencida. Logré superar mi problema de salud en 2014 y estoy aferrada a vivir a plenitud mi Navidad flamenca.

Todo esto que escribo podrá sonar excesivamente romántico, pero así lo vivo de verdad y lo veo también en los ojos de mis compañeras… Quizás es lo que pasa cuando la pasión del baile se nutre desde una familia como somos en Al Andalus.

 

Daniela Schtmidt

Dani