Para ser expertas en algo, debemos dedicarle 4 horas al día por 10 años. Ojalá nuestra edad fuera el reflejo de los años que tenemos de expertiz en nosotras mismas, sobrepasaríamos los 10 años. Sin embargo, la edad no representa el tiempo invertido en la lucha diaria contra las presiones que recibimos como mujeres. Mi pregunta es ¿cuándo vamos a celebrar un bicentenario de la independencia y la libertad de nuestras decisiones, de nuestro cuerpo, de nuestro ser?

Lo necesario por saber es que la historia no surge por generación espontánea, sino que es una creación ardua de cada día y sé que vos, y yo y todas tenemos nuestros años de vida en eso. Es lo que significa luchar por la defensa de nuestro territorio, nuestro cuerpo. Somos expertas en compararnos, en renegar sobre cada línea, curva, color y matiz de nuestro cuerpo, porque la independencia no es un trabajo sencillo, menos cuando en un país de paz lo que nos bombardea es la publicidad para señalar lo que el mercado inventó como “defectos”. Verme al espejo, reconocerme y agradecer lo que veo es mi acto cívico, es mi desfile para celebrar que hoy gané esa batalla, sin preocuparme por mañana y darme crédito por el presente.

Este mes patrio, me convoca para hacer una reflexión sobre la manera en la que yo me apropio de mi cuerpo y es acá donde no puedo omitir decir que mi acto heroico o relevante no son los faroles ni los tambores, sino bailar flamenco. Bailar, me permite escuchar mis pasos sobre las tablas, recordar que sigo viva y que no es la juventud mi aliada, sino la fortaleza. El flamenco me devolvió la valentía de verme al espejo sin recriminarme, de bailar para mi sin tener que depender del reconocimiento del otro.

Es bailando que pude devolverme mi lugar, ese que fue expropiado por los modelos inalcanzables que la publicidad me ha presionado para llegar ahí. El flamenco me ha permitido florear sin que me señalen por débil porque he podido resignificar que mientras lo hago, zapateo, zapateo y me escucho infinita.

Este mes de setiembre, no puedo celebrar la independencia de todas nosotras, pero puedo conmemorar las luchas históricas que como mujeres hemos dado, las acciones que tomamos para recuperarnos y la maravillosa decisión de crear comunidades llenas de sororidad para cuidarnos, sin olvidar las fronteras de resistencia para protegernos de tantas presiones.

Mientras me veo al espejo, veo a las otras que son como yo, amazonas, guerreras y resilientes en un mundo que para las mujeres, en la mayoría del tiempo, es un campo minado, pero somos tantas que no nos damos por vencidas.

Se que el 15 de setiembre muchos gritarán un ¡Viva Costa Rica!, yo por mi parte, volviendo a mi primer territorio, mi cuerpo en libertad, gritaré ¡Olé! mientras floreo y hago que el suelo retumbe, dejando claro que estoy entera y soy suficiente siendo yo misma.

Ruth Arrieta Salazar