En agosto celebramos en Costa Rica el Día de la Madre, y en agosto es el mes de la abnegación en Al Ándalus, ¿coincidencia? ¡Para nada! 

Las mamás somos abnegadas, al menos las mamás que intentamos cumplir con lo que el rol demanda, y hacerlo bien. La abnegación es, según la Real Academia Española (RAE), el sacrificio de la voluntad, afectos e intereses; en su mayoría, por motivos religiosos o altruistas. 

Por nuestros hijos posponemos nuestros intereses, sacrificamos horas de sueño, el tiempo no rinde… Deseamos con todo nuestro corazón verlos felices  y realizados, plenos. Y, les confieso, yo deseo con todo mi corazón ver a mi gordita feliz de la vida vestida de flamenca, zapateando y movimiento las manitas con preciosos floreos, pero creo que eso es pensando en mi felicidad, esperando que ella perciba tantísimo bienestar en el flamenco, como el que yo he experimentado. 

Por mi bebé sacrifico muchísimo, por ejemplo: ¡mis horas de sueño! Quienes me conocen saben lo que esto significa. Es tanto lo que un hijo demanda, al menos durante los primeros meses (que es la etapa en la que estamos), que estoy sacrificando las clases de mi adoradísimo flamenco por mi más adoradísima bebé.  

Sin embargo, he reflexionado que sería importante considerar una “abnegación responsable”. Este término significa, inventado por mí, sacrificar hasta donde no me pierda yo misma en el camino. A Maripaz (mi hija) no le sirvo si estoy agotada, si me siento triste, si no me cuido, si vivo a diario nostálgica. Y en muchas ocasiones así me siento, nostálgica, deseando bailar; y así ando, bailando por todos lados, zapateando y floreando frente al espejo de mi cuarto, escuchando flamenco cuando manejo, mezclando mis obligaciones académicas con mi adorado baile porque no quiero soltar mi conexión con esta preciosa disciplina que tanto me ha dado, que tanta salud física y mental me ha regalado, que tan bien me ha hecho sentir conmigo misma.

En los meses que llevo siendo mamá, he descubierto una fuente de amor y felicidad que antes no podía concebir, ahora mi gordita es mi vida, mi prioridad, la dueña de mis tiempos y mis rutinas, es lo más precioso que tengo. Y también, en los 33 años que llevo siendo hija, he tenido a mi mamá de cerca, cuidando de mí, y ha sido muy importante para mí ver a mi mamá feliz, porque cuando he acudido a ella, me ha apoyado desde su fortaleza, compartiendo su sabiduría y ha sido una mamá abnegada, que se ha cuidado para ella, y para nosotros. 

Espero que mi bebé crezca sintiendo que puede contar conmigo, que soy para ella un apoyo y no una carga; sacrificaré por ella lo que sea necesario para verla feliz, y eso también quiere decir pasar por encima de la culpa que a veces como mamás sentimos por el simple hecho de dedicarnos un tiempo para nosotras mismas y para cuidarnos. ¡Lo necesitamos! Y Maripaz necesita que yo me cuide, para poder cuidar bien de ella. 

Flamenco ha significado en mi vida horas de terapia, espacios de socialización y esparcimiento importantísimos y, aunque hay momentos en los cuales definitivamente es necesario hacer una pausa, no quiero permitirme pasar de la pausa al stop… Creo que se puede ser mamá, se puede ser abnegada, y se pueden defender los espacios de autocuidado, a pesar de que por periodos  haya que posponer un poquito; no son excluyentes (vuelvo al término de abnegación responsable).

También creo que como mamás tenemos derecho a soñar con lo que deseamos para nuestros hijos y yo, como mamá flamenca, sueño con ver a mi gordita bailando, compartiendo conmigo este amor por las sevillanas, las bulerías, los tacones, las palmas y la piel de gallina cuando se abre el telón y uno está en el escenario. 

Respetaré sus decisiones (siempre y cuando bailar flamenco esté dentro de sus prioridades, jaja… ¡es broma!), sacrificaré por ella lo que sea necesario, defenderé mis espacios de autocuidado por mí y para estar disponible como apoyo para Maripaz, y seguiré soñando con verla bailar. 

En este proceso también he aprendido que los papás dejan de lado sus intereses y se involucran en la crianza de los hijos, al menos Oscar así lo ha hecho.Y hablando con él hace unos días llegamos a la conclusión que cuidar a Maripaz, lavar chupones, cambiarla, hacer mandados con ella; inevitablemente es un proceso de abnegación, pero también permite que la disfrute como yo. Entre los dos vamos sacando la tarea, ambos aprendemos, cuando uno tiene sueño el otro asume; y lo más bonito es que los dos también nos estamos permitiendo disfrutar de nuestro rol y de nuestra gordita.

Ser mamá flamenca es una lindísima combinación y mamás flamencas en la academia hay muchas, y súper cargas: las que tenemos hijos biológicos, las que han adoptado a algún familiar o por el corazón, las profes que han visto crecer a sus alumnas, las compañeras que asumen un rol maternal y cuidan a alguna compañera… Para cada una mi profunda admiración. Y por supuesto no puedo dejar de mencionar el cariño enorme que le tengo a mi súper mamá flamenca, Rocío. 

¡A todas las mamás de Al Ándalus, FELICIDADES! ¡Feliz día de la madre y feliz mes de la abnegación! 

Por: Mariangel Vindas.